
En un mundo de ensueño, había una giganta tierna llamada Debora, que adoraba a sus pequeños juguetes. Cada día, con cuidado, los recogía y los acomodaba en su enorme regazo, contándoles historias de aventuras y magia. Aunque su tamaño podía asustar, su risa resonaba como un canto suave, llenando el aire de felicidad y amor, mientras sus juguetes la miraban con admiración, sabiendo que en su corazón siempre habría espacio para ellos.
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